Naranjos y parras rivalizan en un paisaje que recorre el río, sus fuentes, cortijos, barrios pintorescos y casas señoriales definen esta ruta. Subir y bajar el río es la oferta que invita a recorrer el Ricaveral y a detenerse a conversar con los vecinos de cualquiera de los pueblos, en plazas blancas de grandes árboles y cantarinas fuentes.
Comer gurullos con conejo, catar el ajo blanco, mojar en la fritada y meter la cuchara en las migas son placeres gastronómicos que se complementan con las riquísimas magdalenas, los roscos de naranja y las tortas de chicharrones. No hay que olvidar tampoco las rosquillas de aceite ni la longaniza.
El poblado y la necrópolis de Los Millares, a las puertas de Santa Fe de Mondujar, es paso obligado en la ruta, en la que cruzan otros yacimientos arqueológicos y muestras de un pasado de esplendor.
Mención especial merecen los balnearios: en Alhama de Almería y en Sierra Alhamilla, en un nuevo encuentro con el agua, que marca el discurrir de este viaje.